Hace poco tiempo, se encargó a un grupo de científicos el estudio de una momia incaica, hallada en un valle cercano a la ciudad peruana de Lima. Esta momia tenía dos características que la hacían sobresalir sobre el resto: una de ellas era su aparente momificación artificial, que la hacía única de entre todas las encontradas en la esas regiones latinoamericanas; la otra, era la inquietante expresion de su rostro, que le valió el mote de el llorón.
Al primera vista, no sorprende la postura fetal, común a todas las momias de esta región. Sin embargo, al observarla con mayor precisión comienzan a surgir detalles importantes. Uno de ellos es una especie de laca que parece recubrir los restos; también debe remarcarse que las manos se encuentran atadas mediante un cordón sujeto al cuello.
El material que recubre los restos de la momia, colocado para facilitar la conservación, podría ser tanto un método antiguo de embalsamamiento, como un producto aplicado recientemente, tras su descubrimiento. En contra de la primera posibilidad está el hecho de que las momias peruanas se han conservado naturalmente; esto se debe a que se encontraban en sitios áridos, que permiten que el cuerpo se reseque antes de que se descomponga totalmente.
Lo primero que realizaron los investigadores fue un estudio detallado del esqueleto, utilizando radiografía láser y observación directa. A partir de la proporción en el tamaño de los huesos, dedujeron que se trataba de un hombre, que había alcanzado una altura de 1,42 metros (algo normal para aquella época). Debido al escaso desgaste de sus articulaciones debía ostentar entre 20 y 30 años al momento de su muerte.
Cuando lograron datar los restos mediante carbono 14, lo situaron entre los años 1157 y 1254 D.C. Sin embargo, lo llamativo fue que el revestimiento de la momia también pertenecía a esa época, convirtiéndola en la primera momia peruana en ser momificada artificialmente.
En un primer análisis no se encontraron lesiones que indicaran el motivo de su muerte. Al realizar una tomografia computada descubrieron una posible infección craneana, que en épocas precolóminas podía ser mortal.
También hallaron una leve deformación por encima de los ojos. Esto podría indicar que había sufrido una infección llamada treponematosis, similar a la sífilis, que puede afectar corazón, ojos, cerebro, e inclusive causar la muerte. Esta enfermedad Afectó en gran medida a la poblaciones precolombinas. Sin embargo, no aparentaba estar en un estado tan avanzada que pudiera matarlo.
Otra opción, plausible en la cultura incaica, es que muriera de miedo, creyendo haber sido hechizado por algún tipo de chaman. La expresion de horror en su rostro es preocupante, pero
es posible que la mandíbula halla caído en forma natural, a medida que el cuerpo se fue descomponiendo. Esto llevaría a desechar dicha hipótesis
Por último, sin lograr hallar un motivo nívoco para la muerte de aquel hombre, repararon en la forma en que ataron sus extremidades. La cuerda de cuero podría tener un significado simbólico, que lo marcara como una persona de conducta inaceptable; quizás había transgredido las reglas de la sociedad, violando alguna ley o tabú.
Sin embargo, las causas probables no pudieron establecerse con exactitud.
Quizás el mayor hallazgo sea el relatado a continuación.
Al analizar la composición química del revestimiento de los restos hallaron varios compuestos, entre ellos orégano y bálzamo, que son antibacteriales naturales, probablemente usados para preservar la momia. También encontraron aceite marino, particularmente de mariscos, lo cual no parece tener una justificación clara (quizás halla tenido un significado simbólico, buscando establecer una conexión entre el muerto y las fuerzas de la naturaleza. Por último detectaron resina de coniferas tropicales; de por sí resultaba llamativo, puesto que la momia fue encontrada en un valle costero, lejos de zonas tropicales. Aún más sorprendente resultó cuando pudieron relacionar la resina con una especie de araucarias existentes en el sudeste del pacífico.
Según los expertos, sería extremadamente improbable que un tronco llegara, transportado por corrientes, desde aquellas regiones hasta las costas sudamericanas. Pero aún en ese caso, habría demorado más de un año en realizar el viaje, por lo que el deterioro lo habría dejado sin sabia. Esto implicaría que, mucho antes que lo hicieran los europeos, pueblos aborígenes cruzaron el Océano Pacífico y mantuvieron contacto entre ambos pueblos.
Esto iría en contra de la creencia aceptada, que establece a la expedición comandada por Fernando de Magallanes como la primera en cruzar el Océano Pacífico. Esto ocurrió en el año 1521, tres siglos después de la muerte de aquel misterioso hombre.
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Al primera vista, no sorprende la postura fetal, común a todas las momias de esta región. Sin embargo, al observarla con mayor precisión comienzan a surgir detalles importantes. Uno de ellos es una especie de laca que parece recubrir los restos; también debe remarcarse que las manos se encuentran atadas mediante un cordón sujeto al cuello.
El material que recubre los restos de la momia, colocado para facilitar la conservación, podría ser tanto un método antiguo de embalsamamiento, como un producto aplicado recientemente, tras su descubrimiento. En contra de la primera posibilidad está el hecho de que las momias peruanas se han conservado naturalmente; esto se debe a que se encontraban en sitios áridos, que permiten que el cuerpo se reseque antes de que se descomponga totalmente.
Lo primero que realizaron los investigadores fue un estudio detallado del esqueleto, utilizando radiografía láser y observación directa. A partir de la proporción en el tamaño de los huesos, dedujeron que se trataba de un hombre, que había alcanzado una altura de 1,42 metros (algo normal para aquella época). Debido al escaso desgaste de sus articulaciones debía ostentar entre 20 y 30 años al momento de su muerte.
Cuando lograron datar los restos mediante carbono 14, lo situaron entre los años 1157 y 1254 D.C. Sin embargo, lo llamativo fue que el revestimiento de la momia también pertenecía a esa época, convirtiéndola en la primera momia peruana en ser momificada artificialmente.
En un primer análisis no se encontraron lesiones que indicaran el motivo de su muerte. Al realizar una tomografia computada descubrieron una posible infección craneana, que en épocas precolóminas podía ser mortal.
También hallaron una leve deformación por encima de los ojos. Esto podría indicar que había sufrido una infección llamada treponematosis, similar a la sífilis, que puede afectar corazón, ojos, cerebro, e inclusive causar la muerte. Esta enfermedad Afectó en gran medida a la poblaciones precolombinas. Sin embargo, no aparentaba estar en un estado tan avanzada que pudiera matarlo.
Otra opción, plausible en la cultura incaica, es que muriera de miedo, creyendo haber sido hechizado por algún tipo de chaman. La expresion de horror en su rostro es preocupante, pero
es posible que la mandíbula halla caído en forma natural, a medida que el cuerpo se fue descomponiendo. Esto llevaría a desechar dicha hipótesis
Por último, sin lograr hallar un motivo nívoco para la muerte de aquel hombre, repararon en la forma en que ataron sus extremidades. La cuerda de cuero podría tener un significado simbólico, que lo marcara como una persona de conducta inaceptable; quizás había transgredido las reglas de la sociedad, violando alguna ley o tabú.
Sin embargo, las causas probables no pudieron establecerse con exactitud.
Quizás el mayor hallazgo sea el relatado a continuación.
Al analizar la composición química del revestimiento de los restos hallaron varios compuestos, entre ellos orégano y bálzamo, que son antibacteriales naturales, probablemente usados para preservar la momia. También encontraron aceite marino, particularmente de mariscos, lo cual no parece tener una justificación clara (quizás halla tenido un significado simbólico, buscando establecer una conexión entre el muerto y las fuerzas de la naturaleza. Por último detectaron resina de coniferas tropicales; de por sí resultaba llamativo, puesto que la momia fue encontrada en un valle costero, lejos de zonas tropicales. Aún más sorprendente resultó cuando pudieron relacionar la resina con una especie de araucarias existentes en el sudeste del pacífico.
Según los expertos, sería extremadamente improbable que un tronco llegara, transportado por corrientes, desde aquellas regiones hasta las costas sudamericanas. Pero aún en ese caso, habría demorado más de un año en realizar el viaje, por lo que el deterioro lo habría dejado sin sabia. Esto implicaría que, mucho antes que lo hicieran los europeos, pueblos aborígenes cruzaron el Océano Pacífico y mantuvieron contacto entre ambos pueblos.
Esto iría en contra de la creencia aceptada, que establece a la expedición comandada por Fernando de Magallanes como la primera en cruzar el Océano Pacífico. Esto ocurrió en el año 1521, tres siglos después de la muerte de aquel misterioso hombre.