No quedan ni las cenizas

Los yanomami (aunque el nombre correcto del grupo es yanomano) son una etnia indígena que habita en el Amazonas, con asentamientos en Venezuela y Brasil que alcanzan un total de 20000 individuos. Se organizan en pequeñas aldeas, que no superan las trecientas personas. Debido al corto periodo de productividad que tienen sus cultivos (básicamente plátano, batata y malanga) son nómades, aunque también suelen dedicarse a la caza.

Andan prácticamente desnudos, utilizando prendas cuya función es meramente ornamental, como cuerdas de algodón en muñecas, tobillos y cintura, y ramas enrolladas al cuerpo. Los hombres se atan el prepucio con un cordón de algodón que rodea la cintura, para mantener el pene alzado y adherido al vientre. Se suelen hacer agujeros en los lóbulos de las orejas para ponerse trozos de caña verada, plumas y flores. También se perforan el tabique nasal y la comisura de los labios y se colocan finos palillos de bambú.

Su vida religiosa incluye intensos rituales, en los que el chamán o pajé utiliza las drogas para establecer contacto con el mundo espiritual y curar a los enfermos.
Entre sus costumbres, quizás la más llamativa sea que no suelen enterrar a sus muertos. En lugar de ésto, durante la celebración del rito mortuorio, o reahu, se suele producir el consumo colectivo de las cenizas de los muertos, previamente molidas en un mortero funerario. Mientras las mujeres lloran, los hombres, parientes y amigos del difunto, se colocan en círculo para tomar una sopa de plátano en la que se han mezclado las cenizas. Si el difunto ha sido muerto a manos de un enemigo, los hombres claman venganza.

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